lunes, 17 de noviembre de 2008

Académico Borau

José Luis Borau, uno de los más inclasificables e independientes cineastas de nuestro país, ha tomado posesión, discurso mediante, de su sillón B en la Real Academia Española de la Lengua.
El discurso de ingreso ha versado sobre las relaciones entre lengua y cine, especialmente centrado en aquel vocabulario que, originado en la gran pantalla, ha pasado a engrosar el lenguaje común, desde que el séptimo arte naciera a fines del siglo XIX.

Borau, autor de joyas de nuestro cine como Furtivos o Leo, es un (casi) octogenario apasionado, solitario y lúcido, al que podemos conocer algo más íntimamente en una reciente entrevista concedida al programa El reservado, que presenta Luis Alegre en Aragón TV, que aquí traigo (dividida en tres partes).





50 años del rodaje de 'Salomón y la reina de Saba' en Zaragoza

Hace unas semanas se han cumplido los cincuenta años del rodaje en los aledaños de Zaragoza de la superproducción Salomón y la reina de Saba, protagonizada por Tyrone Power y Gina Lollobrigida.

Un artículo de Juan Domínguez Lasierra para Heraldo de Aragón rememora dicho rodaje y su incidencia en la ciudad, además de charlar con José Pérez Gállego, antiguo crítico cinematográfico y teatral de la época, quien recuerda jugosos detalles de aquellos días.
Reproduzco el mencionado artículo…

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Freddie Young había estado localizando en los desiertos de Israel donde se supone que discurrieron los verdaderos encuentros entre Solomon y Saba. Pero en cuanto vio los llanos de Valdespartera, en Zaragoza, exclamó:
- ¡Estos son más auténticos!
Así que el rodaje de las batallas de ‘Salomón y la reina de Saba’ se hizo ahí, en el desierto próximo a Zaragoza, un lugar utilizado para maniobras militares y donde, realmente, el rodaje fue como otra maniobra militar más, salvo que los soldados de verdad se vistieron de romanos y de egipcios para simular una batalla en tierras bíblicas.
- El asesor militar era Martín de Pozuelo, que era el que daba las órdenes a las tropas en los movimientos marcados en el guión, y las tropas pertenecían al Ejército español.


Cuenta estas incidencias José Pérez Gallego, entonces crítico cinematográfico de Heraldo de Aragón, quien acudió al rodaje como periodista e informó ampliamente de aquel acontecimiento cinematográfico como no ha habido otro en tierras aragonesas.
- ¿Qué recuerdos guardas de aquellos días de rodaje? -le pregunto.
Y Pepe, como siempre, en vez de hablarme de Gina, de Tyrone Power, o de King Vidor, el legendario director, me habla de…
- Había un actor genial, George Sanders, que era ruso y hablaba ocho idiomas. Entre ellos el español, un español perfecto. Era un tipo singular, culto, que incluso escribía libros. En una recepción en el Gran Hotel le llevé un libro suyo, una novela policiaca que se había publicado en Argentina, Crimen en mis manos. Se quedó asombrado y muy contento. No tenía conocimiento de la existencia de esa edición. Me lo dedicó, incluso con un pequeño dibujo relativo a Salomón y Saba.
- ¿Y qué pasó en aquella recepción?
- De lo que mejor me acuerdo es que estaba por allí Nena Guillén, fantástica con sus veinte añitos, y George Sanders no le quitaba ojo. Nena era una preciosidad e incluso se dice de ella que don Juan Carlos, en sus tiempos de cadete, estaba encaprichado con ella. Se veían en guateques. Pero el caso es que Nena tenía novio.
- Y los rodajes en Valdespartera, ¿qué?
- Llevé a Manuel Derqui, que hizo muchas fotos, sobre todo de Nena Guillén.
- Otra vez Nena. Lo raro es que no le quitase el papel a Gina…
- Porque no la vio King Vidor… Porque has de saber que Gina era un retaco, pequeñísima, sólo se le veía pecho…
- Sigue contando…
- Un día me invitaron al cine Rex a ver lo rodado. Porque lo que se rodaba en Zaragoza por la mañana se llevaba a Madrid para que lo revelaran y al día siguiente ya estaba de vuelta aquí, para que lo viera el director y los técnicos. Y se proyectaba en el cine Rex. Allí vi a Gina, que llegó a Zaragoza más tarde que los demás. Si el rodaje se inició a mediados de septiembre, ella vino a primeros de octubre. A Gina la tenían un tanto apartada, en plan diva, y nos dijeron que no le habláramos. Felipe Sanz, que era muy dicharachero, se la presentó a Bruned (director de Heraldo de Aragón) como la señora Skofic, porque estaba casada con un médico, de nombre Miko Skofic.
- ¿Alguna otra anécdota del rodaje?
- Allí se presentó José María Zaldívar, famoso periodista radiofónico local cuyo sobrenombre y programa se llamaba El Vigía de la Torre Nueva, pero no le dejeron entrar en el camerino y monto el número. Incluso un guardaespaldas le dio un empujón. Después, en su programa atacó a Gina.
El rodaje duró unos quince o veinte días. Había un runrún en el equipo de rodaje americano, de si allí, en Valdespartera, se habían producido fusilamientos durante la Guerra Civil.
- ¿Y Tyrone Power?
- Era un hombre elegante, muy profesional, que mantanía mucho las distancias.
- ¿Algún recuerdo de King Vidor?
- King Vidor era tejano, y le gustaba, en los descansos, hacer demostraciones con el látigo. Ponía una piedra en pie, extendía el látigo en el suelo y luego lo agitaba en el aire y con la punta le daba al pedrusco. Tenía mucha habilidad. Decía que quería darle a las batallas de la película el mismo sentido bélico y trágico de las batallas de Guerra y Paz, que acababa de rodar. El jefe de fotografía llevaba un libro de Ricardo Aguilar y se interesó por él. Se lo prestamos, pero lo perdió.
¿Y sabes quién estaba como responsable de la segunda unidad? Anthony Mann, sí, el que fue marido de Sarita Montiel. Era un hombre taciturno, que no hablaba con nadie. Estaba siempre muy concentrado en el trabajo. Las escenas de acción las hacía él. En las batallas, se rodaban primero las escenas generales, y luego, los detalles parciales que se insertaban en el montaje. De estas escenas se encargaba Mann. "Esto es tan fácil como meter planos de relleno en una película del Oeste", decía Mann.
- ¿Algún otro personaje que recuerdes?
- A Leo Fuchs, un judío, que era foto-fija. Lo veía por las noches en el Tubo (popular zona de tapas zaragozana), con un sombrero mejicano. Lo que más le gustaba era lo bien que le limpiaban los zapatos en Domingo, el establecimiento situado frente a Casa Pascualillo.
(Juan Domínguez Lasierra)



Salomón y la reina de Saba, tras las escenas rodadas en Valdespartera, se siguió realizando en Madrid, en los estudios Sevilla Films. Allí, inesperadamente, Tyrone Power, sufrió un ataque al corazón que acabó con su vida, provocando el siguiento dicho popular: "No se sabe si murió por una angina de pecho, o por un pecho de la Gina".
Los productores decidieron volver a rodar todas las escenas en que salía, sustituyendo al fallecido actor por Yul Brynner.
Tyrone 'Ty' Power permaneció en Zaragoza desde el 15 de septiembre hasta el 3 de octubre, cuando se marchó a Madrid. Salvo un fin de semana en que se fue a Hendaya a presentar unos campeonatos de pelota vasca, los Power no abandonaron Zaragoza. Él y su esposa permanecieron en sus habitaciones del Gran Hotel y cuando salían de las mismas era para asistir a proyecciones o realizar compras.

A las once de la mañana, Gina llegaba a los terrenos de Valdespartera. Entraba en su moderno camerino sobre ruedas y después de pasar por modista, peluquera y maquilladora se trasladaba en coche al lugar del rodaje, donde King Vidor dirigía las escenas de acción.

'Personalmente, entiendo que el cine debe ser un espectáculo barato y popular, donde la gente pueda soñar un rato' (Tyrone Power)

Añado un par de recortes de prensa: el primero reproduce el artículo originario de Pérez Gállego, en septiembre de 1958; el segundo, reproduce una página del Heraldo de la época, informando del rodaje de la película...





En el diario ABC del domingo 16 de noviembre, aparece una reproducción de la noticia del fallecimiento en Madrid de Tyrone Power, en pleno rodaje del film.

Paso a reproducirlos >>>

Ayer tarde, aproximadamente a la una y media, falleció, cuando se le trasladaba desde los estudios de Sevilla Film al sanatorio Ruber, el actor cinematográfico Tyrone Power. Se sintió repentinamente indispuesto a las doce y media, al terminar el rodaje de uno de los planos de la película «Salomón y Saba» [aunque la película se estrenó en España con el título de «Salomón y la reina de Saba»]; entonces dijo que sentía dolor y no podía soportar la coraza. Fue a descansar a su camerino, donde se quejó de molestias en el estómago. A continuación sufrió un colapso, del que fue atendido por la enfermera de la productora de la película y por el productor, Ted Richmond. Como vieron que no mejoraba, le trasladaron en un coche particular al sanatorio. Antes de llegar, había fallecido, al parecer, de una angina de pecho.

Tyrone Power llegó a los estudios normalmente ayer por la mañana a las ocho. Se cambió de ropa y se maquilló en su camerino. A las nueve comenzó el rodaje de algunos planos de la película, entre los que se incluía la escena de un duelo con George Sanders, escena que requería mucho esfuerzo físico y en la que había de morir cinematográficamente George Sanders. Poco antes de su muerte, Tyrone Power estuvo conversando con los demás compañeros de rodaje. Se mostraba muy tranquilo y, dado su aspecto externo, nadie pudo suponer que iba a producirse tan inesperadamente un fatal desenlace. Se da el caso de que George Sanders utilizó a su doble de acción, Manuel Ortega, y Tyrone Power no quiso utilizar el suyo, que se llama Juan José Maján. Se rodaron estos planos hasta las doce y media, en que Tyrone Power empezó a sentirse mal, y le sustituyó su doble.

La esposa del artista, Anne Minardos, se encuentra en Madrid, recién llegada de Ginebra, a donde fue para ser atendida por un ginecólogo. (...) La película «Salomón y Saba», en la que también actúa, como es sabido, la actriz italiana Gina Lollobrigida, se inició en España hace dos meses, y aún faltaba por rodar, aproximadamente, un veinte por ciento de la cinta.

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La noticia del fallecimiento en Madrid del actor americano Tyrone Power ha causado sensación en Palma de Mallorca. En los muelles del Club Náutico continúa amarrado su yate «Cisne Negro», que esperaba la llegada de Power, ya que éste quería acudir a la isla en las próximas Navidades. (...)

Por otra parte, en Hollywood, los productores de la película «Salomón y Saba», en medio de la pena que les aflige por la muerte del actor, informan que tratarán de dar fin a la producción, valorada en seis millones de dólares, pero que por ahora no pueden anunciar nada concreto [finalmente, los productores decidieron olvidarse de todo el material rodado por Tyrone Power y el papel de Salomón lo encarnó el actor Yul Brynner].

«Testigo de cargo» y ABC

También se ha sabido que anteayer por la noche el matrimonio Power había cenado en compañía de Luis Miguel Dominguín y de su esposa, Lucía Bosé, en un conocido restaurante madrileño. Ambos matrimonios habían quedado citados para pasar el próximo fin de semana en la finca del torero, «La Companza», donde éste ofrecía una pequeña fiesta taurina.

En el último intervalo del rodaje en el que ha tomado parte Tyrone Power, el actor se interesó por la acogida que había merecido el estreno de su última película en Madrid, «Testigo de cargo», al que personalmente había asistido. Uno de los jefes del departamento de publicidad de «Salomón y Saba» le mostró el comentario de ABC aparecido la misma mañana.

Tyrone Power, teniendo la prolijidad de los diálogos de «Testigo de cargo», había insistido en que la película se presentase al público español en su idioma original. Pero después de la proyección en versión española manifestó su asombro -Tyrone Power comprendía el castellano- ante la técnica de doblaje, que le pareció excelente en dicha cinta y consideró que había sido un acierto doblarla, cosa que comentaba ayer por la mañana antes de sufrir el ataque.

Primeros escalofríos

Tyrone Power, instantes antes de morir, no creyó que había llegado su hora. Como sintiera los primeros escalofríos pidió y bebió una copa de coñac español, que era su bebida predilecta, con la esperanza de que su malestar desaparecería rápidamente para así poder reanudar su jornada de trabajo.

En el mismo coche que le conducía al sanatorio y que es el que está destinado a Gina Lollobrigida, falleció, como se ha dicho, Tyrone Power. Su cabeza cayó sobre el hombro de su amigo, el productor de la película, Ted Richmond. Y don Antonio Sartorius, que le había ayudado a sentarse en el coche, le oyó pronunciar casi imperceptiblemente: «My God, my God!» (¡Dios mío, Dios mío!)


Deep waters (Henry King, 1948)


El film se abre con una primera escena, situada en un embarcadero, en la que, en una lejana toma general, asistimos a lo que parece ser una ruptura sentimental. Ese tono sombrío y melancólico marcará el desarrollo de este contenido drama, ambientado en una localidad costera de Maine, entre gentes que se dedican a las labores del mar (pescadores, langosteros y sus allegados), inscribible en una tradición cinematográfica que ha dado notables obras, desde Tener y no tener , Capitanes intrépidos o Moontide, hasta la más reciente La tormenta perfecta, demostrando que el mar como territorio salvaje y hostil, como escenario turbulento donde encuadrar y potenciar metafóricamente a los personajes y sus relaciones, ha sido siempre un paisaje fructífero y jugoso, susceptible de un alto aprovechamiento dramático.

Poco a poco, de manera pausada y algo premiosa, Deep waters, producción de la Fox, basada en una desconocida novela de Ruth Moore y puesta en las veteranas y solventes manos de Henry King, nos va introduciendo en la vida de la pequeña población costera en que se sitúa y especialmente, en la del reducido núcleo de personajes protagonistas, retratados a modo de peculiar grupo familiar: un modesto langostero, Hod Stilwell (sobrio y convincente Dana Andrews, como de costumbre) y su socio y compañero de fatigas de origen portugués, Joe Sanger, contrapunto bienhumorado y animoso de los protagonistas, siempre imaginando negocios en tierra (patatas, visones, …) que nunca llevará a cabo (ajustada creación del ex-galán hispano César Romero, en un papel que parecería destinado a un Anthony Quinn); la novia del primero, Ann Freeman (bisoña pero encantadora Jean Peters, en su segundo papel cinematográfico), en cuyo trabajo como trabajadora social debe responsabilizarse de un niño huérfano, conflictivo e inadaptado, Danny Mitchell (encarnado por un Dean Stockwell en su etapa de actor infantil, pintiparado para este tipo de papeles, como se verá ese mismo año en su emblemático papel en El muchacho de los cabellos verdes, de Losey), hijo y sobrino de marineros fallecidos en alta mar, compañeros a su vez de Hod y Joe en los viejos tiempos.


Así pues, en su labor como trabajadora social, Ann dejará al pequeño Danny, tras varias escapadas de otros hogares de acogida y numerosos episodios conflictivos, en casa de la señora McKay (la siempre excelente secundaria Ann Revere, en uno de sus papeles de amargada sufridora, dura pero de buen corazón), quien deberá encargarse de su educación y encauzamiento disciplinario.
Tras conocer casualmente a Hod, Danny comenzará a navegar y pescar ocasionalmente con él y su socio Joe, logrando incluso pescar un halibut de gran tamaño en su primera incursión marina, surgiendo entre ellos una gran amistad de raigambre paterno-filial (en la estela de la que mantenían Manoel y el chaval en Capitanes intrépidos) que, por primera vez, logrará crear vínculos afectivos en el chaval, quien empezará a sentirse integrado y querido, pese a la severidad bienintencionada con que es tratado por la señora McKay.

Paralelamente, el film nos cuenta los vaivenes de la relación sentimental entre Hod y Ann, quienes se profesan sincero amor, pero entre quienes se interponen sus diferentes prioridades y estilos de vida. Mientras él es un amante de su vida marinera y no alberga mayores ambiciones, ella desearía una más cómoda vida y diferente profesión para su amado, influida por el ambiente y telón de fondo de la localidad en que viven, donde son numerosas las familias que han padecido la desgracia de perder a alguno de sus miembros en alta mar (un halo fatalista y amenazador sobrevuela a los personajes, pero King no es capaz de ponerlo en escena con la suficiente corporediad fílmica, con la presencia que requerían el relato y los personajes, excepto en la escena del premonotio y desasogante funeral con que se cruza Ann).
Los temores y reproches de Ann llevarán a Hod a probibirle a Danny que siga acompañándoles a pescar y a intentar romper amarras con él, lo cual provocará la despechada huida del chaval en una barquichuela mar adentro, hacia Boston, justo cuando Ann y la señora McKay le preparaban una fiesta de cumpleaños sorpresa, dando lugar al climax dramático del film, ya que Hod y su socio deberán salvar al muchacho de una segura muerte en plena tormenta (escena narrada por King de manera confusa y atropellada), para devolverle sano y salvo al hogar de la señora McKay. Sin embargo, cuando la normalidad parecía recuperarse, Danny será acusado de haber robado una cámara de fotos para su posterior empeño, en vistas a obtener algo de dinero para su aventurera huida, lo cual dará con su condena a ingresar en el reformatorio.
Tras lo que parece la descomposición del mismo, el desenlace del film nos llevará a la recomposición del núcleo, ya que Hod, tras descubrir que el pequeño Danny está en el reformatorio, logrará excarcelado gracias a la ayuda de un político local amigo (Ed Begley), solicitando adoptarle y perdonando el desliz del muchacho, en un clásico esquema de culpa-arrepentimiento / perdón-redención, tras darse cuenta de que se trata de uno de los suyos, de su estirpe, tal como se lo refiere a Ann al darse cuenta de sus sentimientos, intentando, a su vez, convencerla y ahuyentar sus miedos: ‘Donny es hijo de pescador, la pesca está en su sangre”.

En la canónica escena final, después de que el juez le conceda a Hod la custodia de Donny, vemos a los personajes, a los que se suma Ann, tras asumir la personalidad de su amado Hod y superar sus dudas (ese miedo al mar que le achaca Hod: “Te aterroriza el mar”), montando en su barcaza, dirigiéndose hacia un despejado y armónico horizonte, en un final abierto pero positivo y feliz.
King nos ha ido mostrando de manera pausada y reposada las relaciones y motivaciones de este pequeño grupo de personajes, centrándose especialmente en el personaje de Danny, cuya orfandad y sentimiento de soledad, y su lucha por la integración mediante el descubrimiento del referente paterno del que no ha podido disfrutar en la figura de Hod parecen ser lo que más interesa a King del relato (más, sin duda, que la relación sentimental, apenas esbozada y prendida con alfileres, siempre en un plano secundario). Asimismo, el pesaroso y neblinoso ambiente de la ciudad, la fatalista llamada del mar, su ineludible influencia, reflejados en la fotografía del gran Joseph LaShelle, parecen influir en la ofuscada actitud de los personajes pese a su carácter positivo y fuerte, marcando sus derroteros, hasta llegar a la abierta y más luminosa conclusión.
Esa misma pesadumbre parece influir también en el director, quien, pese a los nobles y poderosos mimbres de que disponía en este melodrama, no es capaz de superar un cierto tono monocorde, una átona morosidad narrativa que impide al espectador la conexión que pretende el relato, sobria y competente narrado, con sólidos personajes e interpretaciones, pero falto de punch narrativa y de pegada emocional.

Las raíces turolenses de María Montez

Leemos en El Heraldo de Aragón un sorprendente y jugoso artículo acerca de las raíces aragonesas de la diva de technicolor María Montez, protagonista de films como La reina de Cobra, Alí Baba y los cuarenta ladrones o Arabian Nighs, entre otras de su filmografía.

Mi secuencia favorita - Juan Manuel de Prada: 'Luces de la ciudad', de Chaplin

El excelente y veteranísimo programa cinematográfico de la 2 de TVE, Días de cine, tiene, desde hace algún tiempo, una interesante sección, llamanda Mi secuencia favorita, en la que un destacado personaje del mundo de la cultura (cineastas, actores, escritores, intelectuales, etc...) habla sobra su escena predilecta, y por extensión su película, de la historia del cine.
En esta ocasión el novelista, polemista y notable cinéfilo, Juan Manuel de Prada, nos relata con notable apasionamiento su preferencia por el final de la obra maestra de Charles Chaplin, Luces de la ciudad.

Tiempo de amor (Julio Diamante, 1964)

Con la eclosión de lo que se dio en llamar nuevo cine español, en los años 1962-1964, hicieron su debut en el cine un notable número de directores (Camus, Eceiza, Picazo, Regueiro, Martín Patino, Jorge Grau, ...), alguno de los cuales ha tenido una larga y, más o menos, abundante carrera en el cine nacional. No fue ése el caso de uno de los miembros en su momento más destacado del mencionado grupo, Julio Diamante, quien tras debutar en 1962, con Los que no fuimos a la guerra, film fundacional de la generación junto a Noche de verano, de Jorge Grau, vio declinar su carrera tras sucesivos problemas con la censura y el fracaso de algunas de sus siguientes obras, tales como El arte de vivir; derivando su actividad hacia un cine más comercial, también sin éxito alguno (Sex o no sex), y posteriormente, hacia el documental, la televisión o la docencia académica en la E.O.C.



Sin embargo, su segunda obra, Tiempo de amor, producida por Época Films y co-escrita con su esposa y colaboradora, Elena Sáez, pese a no ser tan conocida popularmente como otros films de la época, de parecida temática y tratamiento (La tía Tula, El buen amor, Nueve cartas a Berta), me ha parecido siempre una de esas joyas ocultas y minusvaloradas del cine español.

Con una palpable influencia del mejor cine europeo de la época (pienso en los primeros títulos de Louis Malle, Zurlini o el Ermanno Olmi de Il posto o I fidanzati, más que en otros grandes nombres de la nouvelle vague o el cine italiano), se acoge a una fórmula habitual de la época en aquellas cinematografías: el relato compartimentado en varias partes independientes, separadas argumentalmente, pero unidas por un mismo tono narrativo y una similar intención y marco temático (recordemos títulos como L'amore in cittá o I mostri, entre otros muchos). No en vano, dicha construcción era también familiar y presente en la literatura española de posguerra (estoy pensando en referentes como, salvadas las distancias, La colmena, de Camilo J. Cela, o La noria, de Luis Romero, entre las que conozco).

Mediante un acercamiento sincero y verista, cercano en algunos momentos a cierto behaviorismo realista vigente en la época (recordemos, por ejemplo, El Jarama, de Sánchez Ferlosio o las primeras obras de Martín Gaite, Aldecoa, Fernández Santos...) el film nos narra tres breves relatos, cíclica y elegantemente encadenados, centrados en figuras femeninas de la época, en sus deseos relaciones sentimentales, en la influencia que en ellas tiene el limitado y gris contexto social en que se desarrollan: la España de la época.



En el primero de ellos, titulado "El atardecer", el protagonismo recae en una pareja de novios, la formada por Alfonso (ajustado Agustín González), empleado de banca y sempiterno opositor a la Administración, y Elvira (maravillosa Julia Gutiérrez Caba, imposible mayor intensidad y concisión expresiva). Tras más de una década de relaciones, la pareja cifra sus esperanzas de futuro y sus posibilidades de matrimonio en el éxito en dichas oposiciones, lo cual se verá frustrado cuando él no llegue ni siquiera a presentarse a las mismas. Les vemos en su devenir cotidiano por un grisáceo Madrid de añejos cafés, aburridos cines y plomizas aulas universitarias y oficinas, caracterizados por una agobiante abulia.
La inalcanzable meta del matrimonio, trasunto de la respetabilidad social, la apertura al sexo y la pérdida de la virginidad, irá paulatinamente causando en el personaje de Elvira un creciente desososiego y ansiedad, hasta alcanzar el momento catártico de su pequeña crisis nerviosa en el cuarto de baño de la oficina donde trabaja como secretaria, sabiamente punteado por el crescendo de la partitura musical. Tras el fracaso derivado de la no presentación a las oposiciones, la pareja acaba reconciliándose en el piso donde Alfonso vive junto a una anciana tía, donde tras sucesivos y pasionados besos y toqueteos, tendrá lugar su primer (y naturalmente elidido por completo) encuentro sexual, único momento en que ambos parecen felices, en soledad, en todo el relato.



Tras ello, la pareja acude a una moderna cervecería (metáfora de su evolución y cambio de status, de su incorporación a la nueva sociedad: se pasa de la antigua y clásica cafetería burguesa al moderno bar con juke-box), donde ella da rienda suelta a su nuevo estado de felicidad y desinhibición mientras él enseguida se despistará mirando ávidamente las piernas de una jovencita de la barra.
La represión sexual y el instinto maternal (se queda mirando a unos niños que pasan por la acera al salir del trabajo) se reflejan permanentemente en los ojos de Elvira, así como la sutil pero siempre presente y creciente presión social de su entorno (los comentarios de los compañeros de oficina, del camarero de la cafetería, etc...), finalmente liberada tras el clímax en que desenlaza el relato.
Todo esto nos es mostrado con enorme sutileza y adecuado tempo por Diamante, con una sintaxis narrativa diáfana, sutil, atenta a los detalles y las miradas de los personajes, suvamente lírica; con una narración lineal, clara, alejada de alambicados simbolismos (tan presentes en otros cineastas de la época), apoyándose para ello en el verismo socio-antropológico que le aportan las acertadas localizaciones naturales donde transcurre la acción.



En el segundo episodio del film, titulado "La noche", nos encontramos con dos jóvenes dependientas de una boutique de cosmética (similar tipología pero distinto tratamiento a la que podía verse en comedias costumbristas de éxito en la época, tales como Las muchachas de azul), Loli (Mara Goyanes) y María (Enriqueta Carballeira, actriz fetiche de aquel cine, presente en esos años en La tía Tula o El buen amor), quienes son invitadas por un grupo de amigos a un guateque en el apartamento de uno de ellos. Allí, María, pacata y excesivamente tímida, no consigue divertirse y relacionarse con normalidad con el resto, hasta la llegada de Servando, una especie de extraño y carismático playboy sudamericano (Julián Mateos, en una afectada composición que desentona del conjunto). Incapaz de sustraerse a su verborrea galante, María acabará besándole y declarándose su novia, tras pasar la velada charlando y bailando. Al llevarla en coche de regreso a su casa en el madrileño barrio de Entrevías, Servando intentará culminar su conquista obteniendo el rechazo pudoroso de la muchacha en una especia de acto sexual frustrado, la cual resultará insultada y humillada por el despechado. El episodio supone un a modo de violación moral de la ingenuidad y candor casi infantil de la chica, incapaz de superar la represión sexual (de nuevo clave del relato) que convierte en insuperable tabú la relación carnal con Servando.



Nos encontramos de nuevo el retrato de una mujer, joven e inexperta en este caso, incapaz de sustraerse a los encantos bastardos de un relamido conquistador, pero incapaz también de superar el tabú sexual en que ha sido educada.
La ambientación del episodio nos sitúa en un Madrid más snob y cosmopolita, en un apartamento de los barrios altos de la ciudad, presuntamente decorado a la moda internacional, dónde los jóvenes intentan comportarse de una manera más moderna, sin conseguirlo del todo (la amiga de María que acaba llorando ante el acoso sexual al que se la somete, la pedante conversación intelectual donde salen a relucir el marxismo y Toynbee, algo pillada por los pelos, el comportamiento estrafalario de algunos de ellos, etc...); el Madrid de los cachorros de las clases dirigentes, del que saldrá expulsada de regreso a su humilde origen, María, a modo de moderna Cenicienta, bruscamente despertada de su sueño, en un final abierto en el que la vemos, confusa y tambaleante, caminando por las vías del ferrocarril hacia un incierto horizonte.

El tercer y último episodio, titulado "La mañana", nos presenta a un matrimonio formado por un modesto médico de familia, José Cordón (Carlos Estrada, protagonista también de La tía Tula) y Pilar (una cálida Lina Canalejas), acosado por las estrecheches económicas causadas por la escasa remuneración que les procura el trabajo de médico y los gastos que ocasionan los prematuros hijos tenidos por el matrimonio (uno de ellos, Pedro Mari Sánchez, niño, inolvidable Críspulo de La gran familia).
Tras un casual encuentro durante un día de compras en el centro con una antigua amiga universitaria, casada también con un médico, pero de mejor posición social y económica y mayor vida cosmopolita, Pilar, angustiada por la envidia y la desazón, acabará discutiendo con su marido, achacándole falta de coraje y ambición para mejorar de condición, lo cual desembocará en una pelea conyugal finalizada con una aparatosa bofetada por parte de José.



Al día siguiente. la demora en regresar a casa de José, debida a la asistencia en el parto a una joven de una paupérrima familia gitana de los suburbios colindantes (encabezada por la carismática Lola Gaos) hará a Pilar acudir en su búsqueda. Tras ver a su marido en faena, terminará entendiendo su apuesta vital por la honradez y la profesionalidad, por la autenticidad y los principios, en una especie de marxista toma de conciencia y puesta en valor de su sacrificado esposo.
Finalmente, el relato termina con los dos caminando abrazados, por un descampado de pisos en construcción (símbolo de la nueva España que debía construirse y que esperaba en el futuro), en un nuevo final abierto, esperanzado en este caso, feliz, maravillosamente connotado por la música de Waitzman, nuevamente.



Al respecto de ella, su director comentó que “con Tiempo de amor (1964) no tuve problemas de censura y se llevó cuatro premios en el Festival de Valladolid.
Tuvo mucho éxito porque eran los retratos de tres mujeres en la España de los sesenta y conectó bien con el público”
.

En resumen, un pudoroso pero sincero acercamiento a los usos y costumbres amorosos y sentimentales de la juventud mesocrática de aquella España, aquella llamada a cambiarla, a mejorarla.

Especialmente, una cálida aproximación a varias figuras femeninas, marcadas por la insatisfacción y el desasosiego, por el peso que el clima social reinante tiene sobre su destino.

Sin costumbrismos garbanceros ni didactismos moralizantes, Diamante realiza un conmovedor friso social, hermoso y veraz, perspicaz en la observación tipológica de la sociedad española del momento.

En los aspectos técnicos destaca la sutil y certera labor como montador del emblemático Pablo G. del Amo y la maravillosa banda sonora, entre clásica y jazzística, dividida en tres diferentes temas incidentales, paralelos a los tres episodios del film, del hispano-argentino Adolfo Waitzman (compositor y esposo de la cantante Encarnita Polo y autor de la música de multitud de films y programas de televisión de la época, tales como La gran familia, Atraco a las tres, Diferente, Un, dos,tres..., El verdugo, etc...)

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Como colofón, añado un resumen de la maravillosa banda sonora de Waitzman...

DESCARGAR BSO "TIEMPO DE AMOR"

Edie Adams (1927-2008)



Se ha conocido la notica del fallecimiento de la actriz y cantante Edie Adams, a los 81 años, víctima de una neumonía, a consecuencia del cáncer que padecía desde hace años.

Nacida Elizabeth Edith Enke en 1927 en Kingston, Pensilvania, Adams creció en Tenafly, Nueva Jersey. Uno de sus primeros trabajos fue en el programa de televisión Arthur Godfrey`s Talent Scouts y Kovacs, entonces con un innovador programa de comedia en una estación de Filadelfia, la vio y junto con su director la invitó a audicionar.
Fue nombrada Miss Televisión de Estados Unidos en 1950 tras cantar, en el concurso, la versión de Love Is Where You Find It. El premio era una aparición en escena con Milton Berle en Mineápolis, que la condujo a aparecer en su programa de televisión, que finalmente conllevó a su participación junto al cómico Ernie Kovacs.



Trabajó durante años en el show televisivo de Ernie Kovacs, con quien se casó tras fugarse a México, en 1954.
Trabajó en Broadway, donde logró un Tony por su trabajo como secundaria en 1957 en un musical por su interpretación de Daisy Mae en Li`l Abner, basada en una popular historieta cómica de los diarios que apareció hasta fines de los 70.

Fue muy famoso su spot publicitario para los cigarrillos Muriel.



Adams y Kovacs se mudaron a Hollywood a finales de los años 50 y ambos trabajaron activamente en filmes.
En el clásico de Billy Wilder El apartamento, ganador del Oscar a la mejor película en 1960, la actriz dio vida a la desdeñada secretaria del empresario mujeriego Fred MacMurray.

Sus créditos también incluyen Pijama para dos, El mundo está loco, loco, loco, El mejor hombre, Amores con un extraño y, especialmente, Mujeres en Venecia, donde encarnaba a uno de los antiguos amores que acudía a la ciudad de los canales ante la llamada de Cecil Fox, en aquella lúcida versión de Volpone, realizada por el gran Mankiewicz.



Kovacs murió en un accidente automovilístico en 1962. Una hija de la pareja, Mia Kovacs, murió 20 años después, a los 22 años, del mismo modo.
Posteriormente contrajo matrimonio dos veces más.

Transmitió siempre una imagen glamourosa, burbujeante y sexy, aprovechando el mayor aperturismo censor y el cambio de costumbres de los sesenta para convertirse en una versión más atrevida de las estrellas de la escena. Acompañó su carrera cinematográfica con una gran popularidad, derivada de su trabajo en shows televisivos y en sport publicitarios.



Las estrellas bailan - Sophia Loren en 'Pane, amore e...'

Memorable escena del film de Dino Risi, Pane, amore e... (1955), tercera entrega de la serie comenzada años atrás por Pan, amor y fantasía, de Comencini, también con Vittorio de Sica.
En ella, una inconmensurable Sophia Loren, en plenitud de su esplendor físico, se marca un arrollador baile del popular tema Mambo italiano, ante un Vittorio que hace lo posible por seguirla.
Para mí, uno de los momentos más divertidos y sensuales del cine italiano de la época, inolvidable para todo fan de la Loren.

Stranded (Frank Borzage, 1935)

Stranded (algo así como Los naúfragos o Los desechos, traduciendo literalmente el título original) fue la segunda película realizada por Borzage para la Warner Bros., cuando ya era un director de reconocido prestigio tras sus excelentes Adiós a las armas, Fueros humanos o Little man, what now?, además de su trayectoria en el mudo.
Con un guión basado en el relato Lady with a badge, de Frank Wead y Frederick Reyher, escrito por el luego notable director Delmer Daves junto con Carl Erickson, el film destaca por una mayor incidencia en la temática social, característica identificatoria de la productora, además de por el protagonismo, nuevamente, tras la anterior Living on velvet, del dúo formado por Kay Francis y George Brent.

La acción del film nos sitúa en el San Francisco de la época, en plena crisis social post-Depresión. Allí nos encontramos con una joven idealista y altruista, Lynn Palmer (carismática Kay Francis, dominadora del film, en una matizada composición que alterna magnetismo y dotes de comediante), quien trabaja para una organización asistencial y benéfica, llamada Travelers Aid (algo así como la Oficina de Ayuda al Viajero) y se ocupa de asistir y ayudar a transeúntes, viajeros, extranjeros, inmigrantes, vagabundos, etc...
En la presentación del film la vemos en plena faena, dedicada a su agridulce labor, atendiendo a una niña que viaja sola en el ferrocarril o a un anciano que solicita ayuda y acaba suicidándose al darse cuenta que le han enviado a una entidad caritativa. Con toques de humor y un tono ligero, dicho prólogo nos introduce en la actividad, agridulce y dura, de Lynn, quien tan pronto logra gratificantes y beneficiosos éxitos como dolorosos y trágicos fracasos.

A la oficina donde trabaja Lynn, en la estación, acude Mark Hale (convincente y animoso papel del habitualmente estólido George Brent), ingeniero jefe del puente que se está construyendo en la bahía (el Golden Gate, se construyó entre los años 1933 y 1937) , quien resulta ser un antiguo noviete de adolescencia de la sorprendida Lynn, el primer hombre de quien recibió un beso (de ahí el título en España del film, Su primer beso).


Tras un primer contacto entre ambos, marcado por la chispa y el choque brusco propio de toda comedia romántica, su relación romántica se convertirá en el eje argumental del film., especialmente a lo largo de una frustrada cita que se alarga durante toda una noche, los altibajos de la relación sentimental comenzada por ambos será la base del film.
Dicha relación se verá marcada por las diferentes concepciones sociales que ambos encarnan, trasunto del debate socio-político de la época Roosevelt entre un mayor intervencionismo asistencial y keynesiano (encarnado en el film por la altruista Francis) y el liberalismo individualista tradicionalmente capitalista (encarnado por el self-made man que incorpora Brent), además de por la modernidad de la libre actitud del personaje femenino, quien se niega a abandonar su trabajo y dedicarse al hogar.
Dicho debate dota a la película de una gran modernidad y sorprendente actualidad, en esta época de crisis económica y omnipresencia de las contemporáneas organizaciones humanitarias y no gubernamentales.

La reconciliación entre ambas líneas se producirá cuando los problemas en la construcción del puente, cuya dirección detenta Mark Hale, creados por la mafiosa extorsión y los sabotajes (introducen alcohol en el trabajo, provocando accidentes, y manipulan a los trabajadores en contra de Hale) provocados por una autodenominada Asociación de Constructores cuyo jefe es un tal Starkey (sólido Barton McLane, habitual en estos broncos papeles), necesiten de la intervención de Lynn y la ayuda de personas agradecidas por haber sido ayudadas por ella en su labor asistencial para solucionarse.

Finalmente, la reconciliación amorosa de ambos se producirá, paralelamente a la feliz conclusión del conflicto laboral, metáfora de la necesaria unión y colaboración de todos, más allá de diferencias ideológicas, paso necesario para la superación de la crisis económica y social producida por la Depresión.

En apenas 75 minutos, Borzage nos cuenta, con buen pulso y ritmo, el romance entre ambos protagonistas, con momentos de notable chispa romántica (punto fuerte característico de Borzage) , especialmente gracias a la magnética composición de Kay Francis, además de un lúcido recorrido por el panorama social de la época, con el telón de fondo de vagabundos, prófugos, parados o inmigrantes, característico de la época de crisis en que fue realizado.
Pese a la dureza de dicho panorama, Borzage sabe insuflarle al relato un tono optimista, luminoso, con fe en el futuro de su país, quien será capaz de salir de los apuros que atraviesa, gracias a la conciliación entre capital y trabajo, al trabajo conjunto de sus ciudadanos, más allá de diferencias sociales, opciones ideológicas, diversas procedencias.