Con un guión basado en el relato Lady with a badge, de Frank Wead y Frederick Reyher, escrito por el luego notable director Delmer Daves junto con Carl Erickson, el film destaca por una mayor incidencia en la temática social, característica identificatoria de la productora, además de por el protagonismo, nuevamente, tras la anterior Living on velvet, del dúo formado por Kay Francis y George Brent.
La acción del film nos sitúa en el San Francisco de la época, en plena crisis social post-Depresión. Allí nos encontramos con una joven idealista y altruista, Lynn Palmer (carismática Kay Francis, dominadora del film, en una matizada composición que alterna magnetismo y dotes de comediante), quien trabaja para una organización asistencial y benéfica, llamada Travelers Aid (algo así como la Oficina de Ayuda al Viajero) y se ocupa de asistir y ayudar a transeúntes, viajeros, extranjeros, inmigrantes, vagabundos, etc...
En la presentación del film la vemos en plena faena, dedicada a su agridulce labor, atendiendo a una niña que viaja sola en el ferrocarril o a un anciano que solicita ayuda y acaba suicidándose al darse cuenta que le han enviado a una entidad caritativa. Con toques de humor y un tono ligero, dicho prólogo nos introduce en la actividad, agridulce y dura, de Lynn, quien tan pronto logra gratificantes y beneficiosos éxitos como dolorosos y trágicos fracasos.
A la oficina donde trabaja Lynn, en la estación, acude Mark Hale (convincente y animoso papel del habitualmente estólido George Brent), ingeniero jefe del puente que se está construyendo en la bahía (el Golden Gate, se construyó entre los años 1933 y 1937) , quien resulta ser un antiguo noviete de adolescencia de la sorprendida Lynn, el primer hombre de quien recibió un beso (de ahí el título en España del film, Su primer beso).
Tras un primer contacto entre ambos, marcado por la chispa y el choque brusco propio de toda comedia romántica, su relación romántica se convertirá en el eje argumental del film., especialmente a lo largo de una frustrada cita que se alarga durante toda una noche, los altibajos de la relación sentimental comenzada por ambos será la base del film.
Dicha relación se verá marcada por las diferentes concepciones sociales que ambos encarnan, trasunto del debate socio-político de la época Roosevelt entre un mayor intervencionismo asistencial y keynesiano (encarnado en el film por la altruista Francis) y el liberalismo individualista tradicionalmente capitalista (encarnado por el self-made man que incorpora Brent), además de por la modernidad de la libre actitud del personaje femenino, quien se niega a abandonar su trabajo y dedicarse al hogar.
Dicho debate dota a la película de una gran modernidad y sorprendente actualidad, en esta época de crisis económica y omnipresencia de las contemporáneas organizaciones humanitarias y no gubernamentales.
La reconciliación entre ambas líneas se producirá cuando los problemas en la construcción del puente, cuya dirección detenta Mark Hale, creados por la mafiosa extorsión y los sabotajes (introducen alcohol en el trabajo, provocando accidentes, y manipulan a los trabajadores en contra de Hale) provocados por una autodenominada Asociación de Constructores cuyo jefe es un tal Starkey (sólido Barton McLane, habitual en estos broncos papeles), necesiten de la intervención de Lynn y la ayuda de personas agradecidas por haber sido ayudadas por ella en su labor asistencial para solucionarse.
Finalmente, la reconciliación amorosa de ambos se producirá, paralelamente a la feliz conclusión del conflicto laboral, metáfora de la necesaria unión y colaboración de todos, más allá de diferencias ideológicas, paso necesario para la superación de la crisis económica y social producida por la Depresión.
En apenas 75 minutos, Borzage nos cuenta, con buen pulso y ritmo, el romance entre ambos protagonistas, con momentos de notable chispa romántica (punto fuerte característico de Borzage) , especialmente gracias a la magnética composición de Kay Francis, además de un lúcido recorrido por el panorama social de la época, con el telón de fondo de vagabundos, prófugos, parados o inmigrantes, característico de la época de crisis en que fue realizado.Pese a la dureza de dicho panorama, Borzage sabe insuflarle al relato un tono optimista, luminoso, con fe en el futuro de su país, quien será capaz de salir de los apuros que atraviesa, gracias a la conciliación entre capital y trabajo, al trabajo conjunto de sus ciudadanos, más allá de diferencias sociales, opciones ideológicas, diversas procedencias.
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